lunes, 8 de febrero de 2016

MARGARITA A CIEN AÑOS DE LA MUERTE DE RUBEN DARIO

MARGARITA 
a que lejos de mí vas a estar, / guarda, niña, un gentil pensamiento / al que un día te quiso contar / un cuento…
Después de una larga agonía, el 6 de febrero de 1916, a las 22:15 horas, en la ciudad de León, Nicaragua, murió el “Príncipe de las Letras Castellanas”, Rubén Darío. Su doctor de cabecera y amigo, Louis Henri “El Sabio” Debayle, no pudo hacer mucho contra la cirrosis hepática que afectaba al poeta desde hacía varios meses. La hija menor de aquel doctor, Margarita, tenía entonces 16 años y estaba lejos de León, en Estados Unidos.
Guardaría para él, quizá, ese gentil pensamiento, el mismo que hoy, a 100 años de su muerte, le guardamos tantos lectores.
margarita Ruben Darío
A Margarita Debayle se escribió, igual que tantos otros clásicos de la literatura infantil, por petición de una niña. Una tarde, Alice Liddell quiso que Lewis Carroll le inventara una historia con muchos disparates; también una tarde, en la paradisiaca Isla del Cardón, Nicaragua, Margarita, de 8 años de edad, pidió a Rubén Darío un cuento en verso.
Margarita interiores 4Margarita está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento,
Margaria, te voy a contar un cuento.
El cuento es el de aquella princesa que quiere una estrella y viaja hasta el cielo a cortarla. Ese deseo, el palacio de diamantes, la tienda hecha del día y el rebaño de elefantes están grabados en la memoria hispanoamericana. Son otro espacio al que volvemos, como Comala, Macondo, Santa María o La Mancha.
Margarita portada
Rubén Darío marcó un antes y un después para la lengua española. A Margarita Debayle fue un puente intergeneracional. Se recitó y se incluyó en antologías por muchas décadas. Hoy se lee y recuerda menos pero nos queda como un clásico de la literatura infantil.
La edición de Ekaré de Carmen Diana Dearden y Verónica Uribe, ilustrada por Monika Doppert y publicada por primera vez en 1979, ha contribuido a ello.
En esta, el viaje de Margarita es más cercano.
Recuerdo que de niño no entendía muy bien qué sucedía con Margarita. Me gustaban la musicalidad de los versos, su extensión (que me parecía larguísima, casi una historia épica), el tono misterioso, la noche, la blanca estrella; pero no me quedaba muy claro aquello de la “esencia sutil de azahar”, la “tienda hecha del día”, el “gran manto de tisú”, ni hablar de “los parques del Señor” ¿cuál señor?
Conformaban, sin embargo, una atmósfera enigmática a la que siempre deseaba volver. Sobre todo porque era la voz de mi abuelo la que me los contaba.
Con las ilustraciones de Doppert, el enigma permanece, pero se disfruta más. La princesa se vuelve una hija de Sherezada, entre playas de palmeras altas y elefantes, en unas mil y una noches que también podrían ocurrir en el Caribe. Esta mezcla de geografías acompaña los versos modernistas y cosmopolitas y les da más brillo.
Vemos más claramente al personaje principal y su deseo: desde la escalinata del palacio, la princesita mira en el cielo su estrella; a través de la ventana de su habitación la ve titilar y llamarla. Margarita se irá de casa a buscarla.
Las imágenes de Doppert nos acompañan en el viaje como si fuera Max, a través del mar, hacia el lugar donde viven las estrellas. Y entonces lo entendemos: la estrella es como una flor en el cielo y la gentil princesita la corta con una gran tijera. Aparece también en nuestro imaginario El Principito.Interiores magarita2
La permanencia tan viva de este poema, fuera de su tiempo, ha hecho que muchas veces se le considere anticuado, demasiado retoricista. Otra virtud de la edición de Ekaré es que lo actualiza. Las ilustraciones proponen una historia con toques de humor, con una princesita simpática que hasta regaña con el gesto a su padre, el rey.
Esa relación padre hija es otro elemento a destacar, y otro motivo más para buscar esta edición, ante la escasez de libros álbum con figuras de padres positivas. Con gracia y ligereza el rey juega con su hija, y al final, organizará todo un desfile de elefantes para celebrar su regreso.
En la princesita resplandece una estrella, con el verso, la pluma, la flor… y el amor de su padre. El gesto amoroso de un poeta que quiso hacer sonreír a una niña.
Margarita interiores
Conocí “A Margarita Debayle” porque era uno de los poemas favoritos de mi abuelo Rubén. Desde niño lo recordaba diciendo aquellos versos tan bellos y extraños que casi nunca podía concluir. No era falta de memoria. No sé qué recuerdos le traían, pero siempre lo hacían llorar. En los últimos años de su vida, no conseguía pasar del primer verso. Solo decía “Margarita está linda la mar” y se le cortaba la voz.
Esta entrada es un gentil pensamiento para mi abuelo y para su tocayo, el gran poeta Rubén Darío.

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